Diez lugares para descubrir en la Ría de Vigo
A resguardo de la furia del océano, amparada en su entrada por las islas Cíes y protegida de casi todos los vientos, bendecida por un Nordés exhausto que llega seco y cálido tras haber dejado a su paso por las tierras de Galicia, desde su entrada por la Mariña Luguesa, todo su frescor y humedad, la Ría de Vigo es un refugio de belleza y clima cordial.
El fenómeno del afloramiento hace que las aguas frías del mar abierto entren a gran profundidad y, cuando se produce el milagro, suban hasta la superficie y doten a este lugar de nutrientes únicos y un hábitat excepcional que dan un sabor exquisito a pescados y mariscos.
Son los tesoros de la Ría. El viento Nordés y la química mágica del afloramiento. Un clima benévolo y una fuente de riqueza que, si sabemos cuidar y proteger, no se agotará hasta que la tierra deje de rotar.
El pirata Drake enterró su tesoro en las Cíes. Eso es lo que dice una leyenda bien conocida en el Reino Unido. El periódico The Guardian vino buscando el oro enterrado por este compatriota corsario y se llevó la imagen de la playa de Rodas: “la más hermosa del mundo”. Así fue calificada por el prestigioso rotativo.
En el Monte Paralaia, en Moaña, se encuentra una cueva llena de tesoros que hay que buscar en la noche de San Juan. Desde este promontorio se puede divisar el estrecho de Rande, donde, allí también, reposa un tesoro escondido: el que traían de América, con rumbo a Sevilla, los galeones hundidos por las tropas ordinarias y la infantería de marina anglo-holandesas.
Vigo es la ría de los tesoros por descubrir, escondidos incluso para los habitantes de sus riberas. Para un recorrido que bien se puede hacer en un fin de semana, hemos escogido diez de estas joyas. Diez lugares no suficientemente conocidos pero que merece la pena encontrar. Empezaremos el recorrido en la península de Monteferro, en el municipio de Nigrán, y recorreremos la costa de los ayuntamientos de Vigo, Redondela, Soutomaior, Vilaboa, Pontevedra, Moaña y Cangas do Morrazo.
2.- Ribeira do Berbés, Calle de Os Poboadores, fuente de la Barroca y Paseo de Alfonso. Hasta hace poco más de cien años había un pequeño arenal frente a los soportales de la Ribeira do Berbés, el barrio pescador que fue origen de la ciudad de Vigo. Allí descansaban las dornas y gamelas. Ahora, el mar apenas se adivina detrás de la Avenida de Beiramar y las decenas de metros de rellenos que constituyen el actual puerto pesquero. Detrás de esa primera línea de casas se esconde la parte menos conocida del Casco Vello de la ciudad.
La calle Poboadores, con las hermosas plazas del Peñasco y de los Pescadores. En esta última merece la pena dejar pasar algún tiempo en la terraza del Edra con una cerveza y un cuenco de pipas y cacahuetes. Y, hacia el Casco Vello Alto, una callejuela en cuesta semi escondida nos da acceso a la fuente de la Barroca, la más antigua de Vigo y a un atávico lavadero de piedra que todavía está en uso. Encima, señorial, el Paseo de Alfonso, un mirador único que divide las dos zonas, baja
y alta, del Casco Vello. Ahí se encuentra el Olivo y una zona de mirador cara a las Cíes que ofrece una de las puestas de sol más hermosas que se puedan encontrar en el mundo. Hoy, esta zona de paseo, de vocación peatonal, está amenazada por una actuación urbanística que hará desembocar allí el tráfico de un túnel procedente del centro de la ciudad.
3.- Paseo de la ETEA. A los pies del monte de la Guía, uno de los hitos que delimitan la Bahía de Vigo, aunque del lado opuesto a la ciudad, se encuentran las antiguas instalaciones de la Escuela de Transmisiones Eléctricas de la Armada (ETEA). Por sí solo, el conjunto de edificios ofrece un atractivo del que podríamos denominar turismo industrial. Abrazan un gran patio de armas y, hacia el mar, aún se conservan la torre de vigilancia y algunos de los receptáculos de las antenas de radar de la escuela. Una afortunada intervención ha convertido las inmediaciones de la ETEA en un lugar ideal para visitar. Es recomendable caminar sobre el pantalán que separa las dos playas de Ríos y continuar a través del agradable paseo hacia la playa de la Punta, donde se pueden ver los polvorines y túneles de la instalación militar y ahora hay un parque infantil y otro de “skate”.
4.- Cargadero Coto Wagner y Fábrica del Alemán. ¿Qué pinta el autor del “Anillo del Nibelungo” en medio de la Ría? También se le conoce como el cargadero de la Minero Siderúrgica de Ponferrada. Se trata de una estructura de metal situada en Rande, en la parroquia de Cedeira, perteneciente al municipio de Redondela. Su función era cargar en los barcos de mineral de hierro que llegaba por ferrocarril desde el Bierzo, en León. En su corto periodo de funcionamiento (entre 1966 y 1974), por sus cintas transportadoras pasaron tres millones de toneladas de hierro. El melómano industrial siderúrgico vasco Julio Lazúrtegui, que quiso hacer “una nueva Vizcaya” en Ponferrada, había bautizado la minas de hierro y wolframio en 1899 como “Coto Wagner” y “Coto Vivaldi”.
A un corto paseo del cargadero, también en la parroquia de Cedeira, se encuentra la Fábrica del Alemán, una antigua conservera (otra joya del patrimonio industrial) que hoy alberga el Museo Meirande. Se trata de un centro de interpretación de la batalla de Rande que incluye referencias al patrimonio industrial y la cultura “verniana”. Una instalación que bien podría convertirse en un lugar de peregrinación para los amantes del “steam punk”.
5.- Cesantes – San Simón. Cuando baja la marea, frente a la playa de Cesantes, en el Ayuntamiento de Redondela, emergen del mar las figuras del capitán Nemo y dos buzos futuristas (desde una perspectiva victoriana o verniana) bajo el pedestal sobre el que se erige Julio Verne en bronce envejecido. Cesantes es una playa ubicada en la parte más interior de la Ría de Vigo, en la ensenada de Rande, o de San Simón. A pocos metros se encuentra la isla protagonista de leyendas de templarios, vinculada también con el corsario Drake y que más tarde protagonizó páginas negras de la historia como lazareto y, sobre todo, como campo de concentración para defensores de la legalidad democrática republicana tras la guerra civil. Los edificios de la isla han sido recuperados mediante un proyecto dirigido por el arquitecto César Portela, y en la actualidad acogen exposiciones y eventos culturales.
6.- Pontesampaio. Por un capricho de la geografía, el puente de Pontesampaio une los municipios de Soutomaior y Pontevedra. De hecho, dos parroquias de la capital provincial, Pontesampaio y A Canicouva, se encuentran en la ribera de la Ría de Vigo. El puente medieval, de origen romano, por el que sorprendentemente pasan vehículos de motor, ha sido testigo de importantes capítulos de la historia. Uno de ellos, el más conocido, sucedió los días 7 y 8 de junio de 1809, cuando las tropas de Vigo y de la División del Miño expulsaron definitivamente a los franceses en la Guerra de la Independencia. Otro episodio, menos conocido, sucedió en 1840, durante la revolución que sucedió a la primera Guerra Carlista, pero con el transfondo de la discusión entre Vigo y Pontevedra sobre cuál de las dos ciudades debería ser la capital de la provincia. Según cuenta el cronista Álvarez Blázquez, el 3 de octubre de aquel año, la Milicia Nacional de Vigo se concentra en Pontesampaio para, al día siguiente, comenzar un bombardeo contra las torres de la Peregrina. Vigo recuperó entonces la capitalidad, pero por muy poco tiempo, ya que a principios de 1841 volvió a Pontevedra. Estos hechos se conocen como “La Guerra de las Dos Ciudades”.
La desembocadura del río Verdugo en este lugar es la razón de ser de la Ría de Vigo. El hundimiento del último tramo de este río, unido a una subida en el nivel del mar en un cambio climático de hace 110 millones de años, crearon este singular accidente geográfico.
7.- Marismas de Vilaboa y salinas de Ulló. La bajamar en la ensenada de Rande es un espectáculo. Da la impresión de que podremos recorrer cientos de metros mar adentro sin que el agua nos llegue a cubrir más allá de las rodillas. En el fondo de la ría, las Marismas de Vilaboa albergan una gran riqueza de fauna y especies vegetales, además de un valor paisajístico único. De hecho, forman parte de la Zona de Especial Protección de los Valores Naturales de la Ensenada de San Simón y de la Red Natura 2000. En 1637, las marismas formadas en las desembocaduras de dos regatos (Tuimil y Villil) fueron aprovechadas para construir unas salinas, que recientemente han sido recuperadas como paseo.
8.- Illa de Samertolameu. Museo das Carreiras. Ya en el municipio de Moaña, la Illa de Samertolameu solo conserva de isla el nombre. Una dudosa actuación hizo que parte de los escombros procedentes de la construcción de la autopista AP-9 fueran utilizados para unir la pequeña isla al continente y convertirla en la península que es hoy en día. Los vecinos esperan que llegue un día en el que la isla recupere su condición. En la actualidad acoge el Museo das Carreiras, dedicado al oficio de fabricación de hilos y cuerdas para la pesca y cabos para la navegación.
9.- Punta Balea y Laguna da Congorza.- Apenas pasado el núcleo urbano de Cangas do Morrazo, la Punta Balea es un cabo rocoso que acogió la factoría ballenera y conservera de Massó. Hasta allá eran llevados los enormes cetáceos, donde eran despiezados en una macabra actividad que teñía esta costa de rojo. Tras la factoría se encuentra la Laguna Congorza, también conocida como Laguna Massó. Es uno de los principales humedales permanentes de la provincia y lugar de concentración de aves, anfibios y reptiles, así como una gran diversidad de plantas. En este entorno se encuentran también las playas de Congorza, Ribeira do Medio, Punta Corveiro y Ribeira Saída, que merece la pena visitar.
10.- Praia de Melide y Cabo Home. En la punta de la península de O Morrazo, un mar da mal carácter se traga la lengua de tierra que vuelve a emerger, unos cientos de metros más allá, y forma las islas Cíes. El Cabo Home es un lugar mágico y de belleza turbadora. No es extraño que los marineros que se enfrentaban a olas y corrientes de la Costa da Vela quisieran ver en su silueta las púas de un monstruo marino petrificado. Bajo estas pétreas agujas se encuentran playas recogidas, como Barra y Nerga, y también la salvaje Praia de Melide, a la que se accede desde la parte superior del cabo por un camino de tierra. Pese a encontrarse en mar abierto, la playa se dulcifica al estar amparada por la Punta Robaleira y la Punta Subrido (o Fuxiño). Dos lugares para disfrutar de una vista cercana y singular de las mismas islas Cíes que vimos a lo lejos, al principio de este viaje desde el Paseo de Alfonso en Vigo.