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Mary Quintero de Melide al mundo, foto a foto

Mary Quintero de Melide al mundo, foto a foto

Texto: Fernando Franco | Fotos: Mary Quintero

Pionera en la visibilización de la mujer, fue la primera gallega que expuso sus fotografías y que abrió estudio propio en 1954

Pasaron muchos años desde el 1955 en que llegó a esta ciudad desde Lugo y el 2014 en que cerró su estudio y de toda esa feraz etapa se pudo ver hasta el 19 de enero de este año, en el Museo do Mar, una magna exposición suya.


No es solo una artista local, ni siquiera solo una artista gallega porque sus reconocimientos van más allá de nuestras fronteras de modo que si recibió premios como la Medalla de Galicia, también los Kodak a mejor fotógrafo del año en España. Mucha mujer Mary Quintero para no llevar escudo puesto. Participó como ponente en numerosos congresos y seminarios en Europa, Rusia, América del Sur… junto a los más importantes fotógrafos, siendo durante muchos años la única mujer en los congresos de la industria fotográfica.


«A imaxinación no interior dun estudio», que así se titula la muestra, ofrece un paso de la sociedad viguesa del siglo XX, entre 1947 y el 2001, y se nutre de imágenes de la colección que pertenece al fondo de Mary Quintero del Archivo Histórico provincial de Pontevedra. Hoy, a sus 93, Mary Quintero anda volcada en la pintura, lo que ella denomina «foto-pintura», utilizando las fotografías como bocetos base para pintar encima con óleo, acrílico o pastel que están a la venta.

Un libro de Xerais

Su vida no solo está en innumerables entrevistas de prensa, radio o televisión sino que un libro de Xerais titulado «Mary Quintero, retratista desde os 15 anos», recoge más de sesenta años de profesión de esta retratista desde los 15. Organizado en cuatro secciones, las tres primeras (blanco y negro, color y era digital) recogen datos privados y técnicos, referencias a artículos.

Pionera en la visibilización de la mujer, fue la primera gallega que expuso sus
fotografías y que abrió estudio propio en 1954 periodísticos y anécdotas contadas por la propia fotógrafa. En el último se puede ver parte del trabajo fotográfico, estructurado en varios capítulos. Otro libro, «Galegas nas Artes», de Isabel Blanco, la incluye entre sus elegidas.


Cuando yo era un niño, allá por los 60, me paraba en su escaparate de Urzáiz y me asombraba con aquellos retratos de vigueses que había en el mismo. Yo creo que en aquel tiempo vivir en Vigo y no hacerse un retrato en Mary Quintero era un baldón; hasta creo recordar que yo sentí mi ego fortalecido cuando allí fui llevado por manos maternas para que me hicieran un retrato para la eternidad que después sería coloreado a mano por la fotógrafa. Y es que su archivo es la historia sentimental de Vigo.
Sus fotografías -que ahora digitaliza- atesoran las caras y familias que han forjado la ciudad desde mediados del siglo XX.
Generaciones de vigueses han visto retratada su infancia, celebraciones, o momentos cruciales de la vida al trasluz de la dulce mirada de Mary Quintero. Pionera en la visibilización de la mujer en una sociedad posbélica franquista, fue la primera fémina gallega que expuso sus fotografías y la primera que abrió estudio propio en 1954. También sería pionera en técnicas de retoque. Su hija María Quintero, tomó las riendas del estudio fotográfico en 2002 y se cerró definitivamente en 2014, aunque la Quintero, que no para a sus 93, se volcó en la pintura.

Una dinastía de fotógrafos

Pertenece a una dinastía de fotógrafos porque su padre lo era y lo había aprendido de su hermano mayor, minutero en la Alameda de Santiago; lo fue su madre, aunque como ayudante de su padre. Cuando se instaló en Vigo, en 1955, su hermano Roberto la siguió y trabajó nueve años con ella, antes de orientarse a la fotografía publicitaria, igual que un hijo de este. Y hasta su hermana Araceli, fue fotógrafa en Lugo y luego con ella en Vigo. “Mi éxito se basó -cuenta- en el trabajo en equipo con tres personas que empezaron conmigo: Marily, María Jesús y mi prima Ana, que sigue con mi hija. Fuimos un matriarcado fotográfico, un equipo de echarse a temblar. Y, por supuesto, sin mi marido en la intendencia, hubiera sido imposible”.



“Nací en 1931 en Melide -cuenta ella- y entre esos primeros recuerdos está el estudio de fotografía que tenía mi padre allí, con un techo y lateral de cristal que permitía graduar la luz natural por medio de una cortina. A él, Aurelio, lo veo retratando y a mi madre ayudándolo. Si nos cogió la guerra en Madrid a mi madre y a mí fue porque mi padre quiso que ella fuera allá a aprender a retocar, sin poder imaginar que iba a estallar una guerra civil que nos separaría un tiempo. Volvimos por fin a Melide tras la odisea ya descrita, pasamos unos años más allí y, cuando yo tenía 9, en 1940, nos trasladamos a vivir a Lugo donde, además de las clases normales yo iba a otras de piano, pintura…»

La llegada a Vigo

«A mí me ilusionó mucho Vigo. Visto desde aquel Lugo de los años 50, me parecía Holywood. Rodaba el dinero y se notaba que crecía a pasos agigantados. Mi marido dejó en otras manos la granja de vacuno que tenía en Lugo (y que ahora, al frente mi hija Marta como Granxa Maruxa, ha cumplido su sueño) y decidimos venir a vivir a esta ciudad en 1954, tras la gratificante experiencia de aquella exposición en El Molino. Yo, después de ella, venía a Vigo pero sólo a encargos concretos de conocidas familias que cobraba muy bien, y me volvía a mi ciudad.


No me daba cuenta de que entraba en un mercado solo controlado por hombres. Quizás por eso fui luego tan lanzada cuando decidí instalarme en Vigo, que no sé cómo me atreví estando tan asentados Pacheco y Balín y con lo extraño que podía resultar que una mujer entrara en territorio masculino. Al llegar tuve un plató en el hotel Alameda, por el que desfilaba la alta burguesía. Pero, fíjese, cuando monté mi propio estudio en Urzáiz y vieron que estaba al alcance de cualquiera que llamara a la puerta, dejó de interesarse por mí esa gente. Recuerdo que mi juventud desconcertaba a la clientela, en una ocasión abrí la puerta del estudio y una señora me preguntó: ¿está tu mamá?. Yo le dije, pues no, pero si quiere, le hago una foto».

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Los retratos pintados

«En la época de los retratos en blanco y negro, supe aportar a partir de mi propia paleta, el condimento equilibrado y armónico del color. Lo que me hizo famosa fue pintar fotos, a mano, con colores transparentes. No había color, pero cuando llegó, fue un desastre para todos. Al principio hacíamos unas fotos horribles, la luz era muy dura, muy plana, y la gente no se gustaba. Luego fueron mejorando las formas de iluminar y nos adaptamos, pero yo me distinguí inventando mi propio retoque. Y, también, yo aprendí a esperar a la luz. Su magia me tenía loca. El caso es que mi nombre se asentó entre los vigueses, que lo asociaban al retrato familiar en su más alto nivel expresivo».

De su tiempo no hay conselleiro o presidente gallego que no haya pasado por su estudio, pero también otros, de Beiras a Ruiz Mateos, pasando por Paco Vázquez o alcaldes como Manolo Pérez. A Fraga, que le llegaba hasta con las banderas institucionales al estudio, le pedía que viniera a recoger las fotos personalmente, cosa que hacía. Hoy, la retratista que vivió la historia de la fotografía desde el magnesio hasta la foto digital, ha dejado de retratar la figura para regresar a la pintura. «Hago cosas extrañas -dijo en una entrevista-. Paisajitos y cosas así no, están pasados de moda. Llevo 77 años pero tengo la misma imaginación que cuando empecé».

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