«Fui una niña feliz, aunque me costaba hacer amigos en el parque»
Si se pudiese bautizar a este 2021 con un nombre femenino sería el de Susana, la mujer de la que todo el mundo ha hablado antes, durante y después de subirse al primer cajón del podio en los Juegos Paralimpicos de Tokio. Sus laureles deportivos son sólo parte de la excelencia de esta viguesa que un día se convirtió en la primera mujer ciega de España en ser médica. A esos podios, se sumaron innumerables reconocimientos nacionales e internacionales, el más reciente la Medalla de Oro de Vigo, galardón con el que la ciudad olívica distingue cada año a sus figuras más destacadas.
“No sé si podría decir que ha sido el mejor año de mi vida, cuando todavía nos encontramos en pandemia. Es verdad que he vivido el momentazo de los Juegos, además de otras cosas bonitas que vinieron después como hacer el saque de honor en el Bernabéu o en Balaídos. Estoy tan sorprendida como agradecida”, reconoce la triatleta viguesa. Y es que el fútbol fue una de sus opciones a la hora de elegir un deporte cuando era pequeña, “aunque lo dejé rápido porque no me enteraba por donde andaba el balón”, confiesa, en tono de broma.
Patri, su persona favorita
Precisamente, un jugador de fútbol que vistió de blanco fue uno de sus ídolos. “Tenía uno en cada deporte: Alex Zulle, en ciclismo, Savio, en fútbol, Manel Estiarte, en waterpolo, o Iván Raña, en triatlón”. Pero en piel con piel, su familia ocupa un lugar destacado. Siente admiración por sus padres y sus abuelos, pero su persona favorita es “Patri, mi hermana, mi referente, y a quien más he admirado y admiro”, asegura. Durante su infancia eran inseparables, y los ojos con los que Susana veía el mundo, “me divertía mucho con ella y pasábamos horas y horas jugando”, recuerda.
Susana estudió en el colegio Rosalía de Castro, se licenció en Educación Física y Deportiva, y después en Medicina, una doble titulación que ha sabido compaginar con el deporte de élite, y con su albinismo, una condición genética hereditaria que, en su caso, le limita la capacidad visual a un 5% en un ojo, y a un 7% en el otro, “aunque me permite hacer muchas cosas; las que no me permite no tienen importancia”, resalta. “Es una cualidad más de entre muchas otras que tengo, como tienen todas las personas, y supongo que habrá tenido influencia en mí”, reconoce Susana que en su infancia “fui una niña feliz, porque mis recuerdos son muy bonitos. Supe muy pronto que era diferente y sabía explicar que tenía albinismo, y que por eso tenía el pelo blanco y veía muy mal, pero pensaba que era la única en esa situación; el primer día que vi a otra niña con albinismo me fui acelerada a contarle a mi madre que también tenía el pelo blanco, y mamá me dijo que sí, que era como yo -se ríe-”. Ese día, Susana abandonaba esa sensación de soledad que sentía “cuando iba a un parque, donde me era difícil hacer amigos de esos del momento. Mis amigos eran a los que les llamaba la atención por ser diferente, y quisieron hablarme o jugar. Ya explica mucho de la situación”, confiesa.
Los focos se han multiplicado este año para una Susana que, más allá de la bata de hospital y el culote deportivo, ha pasado por maquillaje, peluquería y vestuario para ser modelo en revistas o imagen promocional, una faceta para la que se presta siempre que puede. “Todas las propuestas que han llegado tienen algo especial, aunque la portada de TIME ha sido algo bonito para mí, y para el colectivo de deportistas con discapacidad y trabajadores sanitarios. Que un medio de importante impacto haya sentido curiosidad por algo tan simple y normal como es mi día a día, es sorprendente”, confiesa Susana.
“crearé un club deportivo junto a unos amigos para transmitir a otras personas todo lo bueno que aporta el deporte”
Ocio, amor y Vigo
Aunque resulte difícil de creer, a la campeona paralímpica aún le queda tiempo para disfrutar de sus aficiones. “Me gusta salir con amigos a pasear, comer o cenar, pero no hasta muy tarde. Cada vez necesito dormir más”, reconoce. Susana practica “otros deportes al aire libre, y me encanta viajar y hacer turismo”. Pero, ¿qué lugar ocupa el amor en su vida?. Para la atleta gallega “el amor es muy bonito, pero ahora no tengo pareja”. Sobre la posibilidad de ser madre, “no me importaría tener hijos, aunque no lo veo urgente, y me parece un mundo complicado para criar niños; demasiadas tecnologías y pocos juegos”, matiza. Después de su residencia en Santiago, en cuyo hospital trabajó, volvió a Vigo, “que es la mejor ciudad para vivir; lo dice una encuesta que han hecho”, bromea esta Viguesa Distinguida que sólo tiene buenas palabras para la urbe olívica: “Es un lugar bonito y además no llueve tanto como dicen. Mi rincón preferido es cualquiera de sus playas, me dan tranquilidad”, sentencia.
Además de incrementar su palmarés, tiene en mente “vivir en mi ciudad, donde me he comprado un piso hace unos días, y donde me siento cómoda. Aquí crearé un club deportivo junto a unos amigos para transmitir a otras personas todo lo bueno que aporta el deporte”, anuncia Susana.